martes, 23 de julio de 2013

Números y características de la informalidad laboral alrededor del país

Por Jorge Duarte
Con la baja de la desocupación en la última década, la informalidad laboral se convirtió en el principal disciplinador de los trabajadores argentinos. Carencia de derechos, salarios más bajos, quiebre de los lazos de solidaridad y mayor vulnerabilidad son algunas de las caras del fenómeno.

Tras una década de postconvertibilidad la informalidad laboral se consolidó como el principal problema de los trabajadores argentinos ocupando el lugar que tuvo la desocupación en los 90´s. Los números marcan que el fenómeno se extiende en todo el país y cruza transversalmente el mercado laboral argentino. Concretamente el 2012 cerró con el 34,6% de los asalariados en esta situación, tomando datos de INDEC. Los valores varían de acuerdo a las distintas regiones, pero en ningún caso bajan del 21%.


Los valores más importantes de trabajo no registrado se encuentran en el Norte del País, donde alcanzan el 43,6% en NOA y el 38% en el NEA. Por su parte, la Región Patagónica muestra el comportamiento opuesto presentando los valores más bajos del fenómeno que, sin embargo, todavía asciende al 21,4%. También es importante mencionar que en el Gran Buenos Aires encontramos un 35,1% de trabajo no registrado que supera la media del país y, además, se coloca por encima de las medias de Cuyo, de la región Pampeana y de la región Patagónica.
Ser un trabajador no registrado significa no contar con los derechos laborales establecidos por las leyes vigentes, pero también significa no tener beneficios sociales, percibir salarios más bajos que el promedio de la actividad que se realiza, encontrarse en una situación de mayor vulnerabilidad en lo referente a la conservación del empleo, no tener las condiciones ni los seguros necesarios para ejercer la actividad y no poseer protección para poder organizarse y buscar mejoras en salarios y en condiciones de empleo. La informalidad es un poliedro de muchas caras que, en simultáneo, vulneran los derechos básicos de los trabajadores que lo sufren y sus familias.
Cabe destacar que hasta 2008, en el primer período de la postconvertibilidad, hubo una fuerte caída de la informalidad laboral. Sin embargo, ese proceso se estancó y desde entonces a la fecha con variaciones de (+/-) 2 puntos siempre rondó el 35%. Esta cifra, entonces, parece representar el límite impuesto al proceso de incorporación al trabajo formal y marca condiciones de explotación sumamente favorables a la rentabilidad empresaria.
Es importante remarcar la necesidad y urgencia de generar políticas públicas activas impulsadas desde el Ministerio de Trabajo que es el encargado de ejercer el rol de policía laboral para combatir este fenómeno. Tras una década en la que la creación de empleo fue muy importante, avanzar sobre las condiciones en las que se trabaja debe ser prioridad para poder garantizar la inclusión de los empleados.



*Periodista especializado en temas gremiales /  http://escritosdeclase.blogspot.com.ar / @ludistas

2 comentarios:

guido dijo...

Jorge, ¿tenés datos sobre informalidad en correlacionados con el tamaño de la empresa?

Yo entiendo que ahí está buena parte de la clave del problema. Que no es una cuestión de "clase". La pareja laburante no blanquea a la niñera. El laburante formal que pone un kiosko para hacer unos pesos más no pone la empleada en blanco, el metalúrgico que además tiene un tallercito no blanque al pibe (que le tiene que agradecer porque "aprende gratis"), y así podemos seguir.

Hay una razón para todo ello. El CEO de una siderúrgica piensa salarios como parte de sus costos y mira la productividad y las utilidades. Su bolsillo está tranquilo y el aumento de costos lo traslada a precios. El verdulero no saca los salarios de sus empleados por debajo del SMVM y en grone de sus utilidades (que no concibe que tiene) sino de su "sueldo" (mediano y más abajo también). Si el tipo se lleva 10 lucas y a los de empleados de 4 los blanquea pasa a ganar lo mismo que ellos. El conflicto de intereses (que no es de "clase", porque o es más o menos la misma o el concepto es poco operativo) es mucho más fuerte.

Dicho de otro modo: no creo que se trate de un límite impuesto que marque condiciones favorables a la rentabilidad empresaria sino una consecuencia de las brechas de productividad existentes en la estructura económica. Para que el verdulero "pueda" (puede, pero antes de hacerlo raja a los empleados y pone a laburar a la familia, en la misma condición, o cierra) pagar lo que corresponde y en las condiciones que corresponde debería aumentar la productividad global de la economía. De lo contrario, un millón de policías del trabajo revisando hasta bajo las piedras tendrían por resultado una mayor concentración de la economía, los beneficiarios de lo cual pagarían quizás en blanco con el clin caja de los beneficios de escala, pero derivando en una concentración mayor de los ingresos y la riqueza.

Es decir, quizás el límite del 35% no sea más que el que resulta del cruce de protecciones laborales legales medianamente aceptables y una economía medianamente desarrollada a la que le faltan unas décadas para cruzar la frontera del desarrollo.

De ser así, de concentrarse el trabajo en negro como creo en la micro-empresa familiar la caída de la informalidad por debajo de ese número será un proceso lento, que acompañe el crecimiento de la economía.

Claro que si me decís que estoy equivocado y que el 90% del empleo en negro se concentra en empresas con +10 palos de facturación todo el comentario va derecho a papelera de reciclaje.

Siempre es interesante seguirte acá y en tw.

abz

Jorge Duarte dijo...

Guido: es muy bueno tu comentario. De hecho los primeros estudios de corte académico que se hicieron sobre el tema del trabajo informal se centraban en los casos con características que mencionás. Sin embargo en las últimas decadas el fenómeno se extendió y atraviesa transversalmente el mercado laboral (aunque hay un núcleo importante que se concentra en estos casos de pequeños emprendimientos de subsistencia).
Avalan lo que decís los datos del propio Ministerio de trabajo que informa que está en negro el 91% de los laburantes de la construcción en viviendas (familiar).Lo mismo sucede en el trabajo doméstico o en remierías (arriba del 80% del personal está en negro).
Pero también en obras (con constructoras) se registra un 54% de trabajo morocho que sustenta la rentabilidad del mercado inmobiliario.
Comparto lo que decís, pero creo que hay margen para bajar varios puntos más el porcentaje de trabajadores informales.

Abrazo grande

j